«La opción de construir un discurso literario […]

es una cuestión de cultura,

 de estar al corriente de un conjunto de reglas

convencionalizadas y de ajustarse a ellas. 

Pero la eficacia estética no está garantizada

a partir de esas reglas convencionales;

hay textos literarios bellos y detestables,

acontecimientos artísticos logrados y fallidos.

 La poeticidad es una de las varias manifestaciones

específicas de la eficacia literaria.»

(A. García Berrio, La construcción imaginaria en «Cántico»,

cit. Por Chico Rico, Pragmática y construcción literariapág. 95)

 

Admitida de manera general la idea de la literariedad, las teorías literarias de finales del s.XX enfocan el texto literario como aquel caracterizado por rasgos lingüísticos que, sin ser exclusivos suyos, se explican como dependientes de un contexto de comunicación que va más allá del texto. Lo literario no se entiende como un conjunto de peculiaridades lingüísticas, sino como un uso concreto del lenguaje con marcado carácter social; son las normas sociales externas al texto las que explican esas características lingüísticas.

La filosofía analítica confluye con la teoría literaria a partir de la hegemonía que adquiere la Semiótica en los estudios de la literatura. En 1938 Charles Morris intenta clasificar las distintas ramas de las que se tendría que ocupar la ciencia de las Semiótica como ciencia de los signos:

– la sintáctica (o estudio de la relación formal de los signos entre sí),

– la semántica (análisis de las relaciones que los signos establecen con los objetos a que hacen referencia) y

– la pragmática o estudio de las relaciones de los signos con sus intérpretes.

Estas tres dimensiones se abarcan e integran sucesivamente, de forma que en las relaciones semánticas están integradas las reglas sintácticas. Y Morris precisa que esta orientación pragmática debe incluir la atención a aquellos mecanismos que regulan el lenguaje literario en sus manifestaciones retóricas y poéticas. Además, puesto que toda norma sintáctica y semántica se impregna, al ser utilizada, de cierto componente pragmático, se establece la primacía de esta línea de investigación sobre las otras dos.

La pragmática, que ha sido definida de muy distintas maneras, se revela como un campo de investigación interdisciplinario.

La dimensión que la perspectiva pragmática pretende iluminar es el enlace entre el lenguaje y la vida humana en general. Por lo tanto, la pragmática es también el enlace entre la lingüística y el resto de las humanidades y las ciencias sociales” (J. Verschueren, Para entender la pragmática, Madrid, ed. Gredos, 2002)

Como señaló M. Bajtin, las lenguas no son sólo sistemas de signos, sino entidades culturales e históricas.

Lo que es evidente es que el desarrollo de la Lingüística ha repercutido en los estudios de literatura y de poética literaria.  Los tres elementos constitutivos de la teoría lingüística señalados, la sintaxis, la semántica y la pragmática, tienen tareas delimitadas muy concretas, siendo la pragmática la única área que se aplica sólo al lenguaje natural  (y no a los lenguajes formales); este análisis pragmático del lenguaje incluye su aplicación a la literatura. La atención al texto es sustituída, como ocurría con la estética de la recepción, por un enfoque más amplio que en la pragmática se centra en la relación entre el texto y el contexto: el texto literario es a la vez acción y lenguaje, y en esta perspectiva se incluirán trabajos de distinta orientación que tienen en común un enfoque de lo literario como fenómeno comunicativo y una consideración de los elementos extralingüísticos como condicionantes del uso de las estructuras verbales en su intención estética.

Se puede decir que la pragmática es aquella parte del estudio del lenguaje que se centra en la acción;  la teoría de los actos del habla de Austin (Cómo hacer cosas con palabras) es fundamental para analizar el texto literario en su funcionamiento.

Dentro de la dimensión pragmática del signo literario se pueden diferenciar dos perspectivas:

-la aplicación a la literatura de la teoría de los actos de lenguaje de Austin, con el intento de dilucidar si la literatura es una acción lingüística especial;

-el estudio de la literatura como acto comunicativo, en el que se podrían incluir determinados acercamientos sociológicos al texto literario que intentan elaborar una teoría de los contextos.

Se da un cambio de paradigma en la visión de los estudios literarios que sustituye el viejo modelo estructuralista, inmanentista y textual por otro enfoque postestructural, comunicativo y contextualista.

1.LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA  de JOHN L. AUSTIN (1911-1960) Y LA LITERATURA

En el marco de esta teoría de la Filosofía analítica y con el objetivo de determinar hasta qué punto el estudio de la Filosofía se complica por el desconocimiento del lenguaje y de su uso, Austin desarrolla su teoría de los actos de habla, que pronto es objeto de atención para la teoría de la literatura y da lugar al desarrollo de trabajos de pragmática literaria. En palabras de Teun van Dijk,

Un acto de habla es el acto llevado a cabo cuando un hablante produce un enunciado en una lengua natural en un tipo específico de situación comunicativa. Tal situación recibe el nombre de contexto. Ello significa que un acto de habla no es sólo un acto de «hablar» o de «querer decir», sino además, y de manera decisiva, un acto social, por medio del cual los miembros de una comunidad hablante entran en  interacción mutua. (“La pragmática de la comunicación literaria”, Teun A. van Dijk)

Austin habla poco de la literatura, y cuando lo hace es para señalar que la literatura no es un uso serio, sino una decoloración o empalidecimiento del lenguaje dependiente de su uso normal:

hay usos “parásito” del lenguaje que no son “en serio” o no constituyen su uso normal pleno. Pueden estar suspendidas las condiciones normales de referencia o puede estar ausente todo intento de llevar a cabo un acto perlocucionario típico, todo intento de obtener que mi interlocutor haga algo”. (Austin, Cómo hacer cosas con palabras, pág.196)

La literatura, entonces, es una circunstancia especial del lenguaje.

En el marco de la teoría de las máximas griceanas y a partir del principio de cooperación de Grice, la comunicación va más allá del texto: comunicamos siempre más de lo que decimos (contenido proposicional), y comunicamos lo que no decimos pero queda implicado en lo dicho. Estas implicaturas que dependen del contexto son clasificadas por Grice en convencionales y conversacionales. Las implicaturas conversacionales son los significados implícitos que se derivan de la aplicación o transgresión de las máximas, las cuales a su vez derivan del principio de cooperación. Se podría pensar que las circunstancias especiales que decoloran el lenguaje llevan a la realización de un acto ilocucionario del tipo: al decir p estaba escribiendo literatura (donde p es una novela, un poema, etc). Si fuera así, la literatura podría describirse como un tipo de acto ilocucionario (o ilocutivo), pero Austin dice que no es posible desde el momento en que la literatura no es un uso normal del lenguaje, no existe un acto ilocutivo “escribir literatura” del mismo modo que existe el “prometo”, “afirmo”, etc… [pero como señala Van Dijk (1977), en la comunicación literaria el autor «no desea, necesariamente, que el oyente crea que p es verdadera», pero sí que «p implicaq y que q es verdadera» (pág. 186)].

2. DEFINICIONES DE LA LITERATURA A PARTIR DE LA TEORÍA DE AUSTIN

2.a. JOHN SEARLE Y EL ANÁLISIS DEL DISCURSO

 La clasificación de Austin de los actos de habla en locutivos, ilocutivos y perlocutivos fue desarrollada por Searle (Actos de habla, 1969), que funde en ilocutivos los actos locutivos e ilocutivos de Austin e  incorpora el principio de expresividad (según el cual cualquier cosas que pueda querer decirse puede ser dicha).

Searle distingue actos de emisión, proposicionales, ilocutivos y perlocutivos. Igual que para Austin, para Searle el discurso literario carece de fuerza ilocutiva; el actor de las narraciones ficticias “hace como si” estuviese hablando. No reconoce en la literatura ningún rasgo particular, sino que es un tipo de discurso más.


… no hay ningún rasgo o conjunto de rasgos que todas las obras de literatura tengan en común y que podrían constituir las condiciones necesarias y suficientes para ser una obra de literatura. La literatura, para usar la terminología de Wittgenstein, es una noción de apariencia familiar […] es el nombre de un conjunto de actitudes que tomamos hacia una porción del discurso, no el nombre de una propiedad interna de aquella porción del discurso. […] Lo literario es un continuo con lo no–literario. No
solamente falta un límite distintivo, sino que casi no hay límites (Searle, El estatuto lógico del discurso de la ficción, Editorial Gredos. Madrid, 1984).

Aunque no asimila ficción y literatura, Searle analiza el concepto de ficción. La ficción es un uso no serio del lenguaje que plantea la cuestión de que, con las mismas palabras y el mismo tipo de discurso de que se sirve el discurso ordinario, no parece que realice los mismos actos ilocutivos.

Fingir es un verbo intencional: esto es, es uno de esos verbos que contienen dentro de sí el concepto de intención […] el criterio identificador de si un texto es una obra de ficción debe necesariamente residir en las intensines ilocutivas del autor. No hay propiedad textual, sintáctica o semántica que identifique un texto como obra de ficción (Searle, “The logical status of fictional discourse” (1975), en Expression and Meaning. Studies in the Theory of Speech¸Cambridge University Press, 1979)

2.b. RICHARD OHMANN

Richard Ohmann intenta definir la literatura a partir de la teoría de los actos del lenguaje de Austin:

Las obras literarias son discursos en los que están suspendidas las reglas ilocutivas usuales. Si se prefiere, son actos sin las consecuencias normales, formas de decir liberadas del peso usual de los vínculos y responsabilidades sociales.  (Ohmann,  «El habla, la literatura y el espacio que media entre ambas», en J.A.Mayoral (ed.), Pragmática de la comunicación literaria, 1987 (1972), ed.Arco, Madrid, pág.44).

Para este autor, el único acto de habla en el que participa la obra es el de la mímesis:

Una obra literaria es un discurso cuyas oraciones carecen de las fuerzas ilocutivas que les corresponderían en condiciones normales. Su fuerza ilocutiva es mimética. Por mimética quiero decir intencionalmente imitativa. De un modo específico, una obra literaria imita intencionalmente (o relata) una serie de actos de habla, que carecen realmente de otro tipo de existencia. Al hacer esto, induce al lector a imaginarse un hablante, una situación, un conjunto de acontecimientos anexos etc.” (“Los actos de habla y la definición de literatura”, en  J.A.Mayoral (ed.), Pragmática de la comunicación literaria, 1987 (1971), ed.Arco, Madrid, pág.28)

Lo que no explica Ohmann es qué se entiende por condiciones normales, y, además, parece evidente que un texto literario como acto de lenguaje no carece de existencia. Ohmann dice que el escritor finge relatar un discurso y el lector acepta el fingimiento, imagina a un hablante y un conjunto de circunstancias que acompañan al acto de habla imitado.

2.c. SAMUEL R.LEVIN

Samuel R. Levin intenta explicar el acto de lenguaje de que deriva un poema; concide con Ohmann sobre el tipo de acto de habla que constituye un poema pero se diferencia por la incorporación de algunos rasgos en una oración real dominante que está implícita en la estructura profunda de todos los poemas. La oración implícita dominante que propone para los poemas y que expresa el tipo de fuerza ilocutiva es:

«Yo me imagino a mi mismo en, y te invito a ti a concebir, un mundo en el que…» (Levin, «Consideraciones sobre qué tipo de acto de habla es un poema», en  J. A. Mayoral (ed.): Pragmática de la comunicación literaria, 1987 (1976), ed.Arco, Madrid, pág.70)

Para Levin, si las oraciones de un poema tienen fuerza ilocutiva será en algún sentido especial; entiende que hay que considerar el efecto perlocutivo producido por un poema, que no es otro que inducir en el lector una consciente suspensión de la incredulidad a lo que llama la “fe poética”. Recursos poéticos como la medida, la rima, asonancia, etc., contribuyen a la aparición de esta “fe poética” porque son señales de que el lenguaje está siendo usado de una manera especial. La fuerza ilocutiva de un poema es, pues, la configuración de un mundo imaginario en el que el lector está invitado a adentrarse y participar.

2.d. MARY LOUISE PRATT (1948-

Marie Louise Pratt. Foto: Javier Calvelo

En 1977 M.L. Pratt publica Hacia una teoría de los actos de habla del discurso literario. A diferencia de los enfoques de poética estructural, considera que el acto de habla presente en una obra literaria no se diferencia ni estructural ni funcionalmente con el que se desarrolla en el habla diaria.

…muchos de los procedimientos que los tratadistas de poética creían que constituían la literariedad de las novelas no son en absoluto literarios.

De esa forma, el análisis de los actos de habla puede extenderse al discurso literario y se difuminan las fronteras entre lenguaje literario y lenguaje no literario.

El lenguaje literario es, pues, un uso del lenguaje y no una clase de lenguaje. Limita su estudio a la narrativa y descubre semejanzas formales y funcionales entre las narraciones orales espontáneas y los relatos literarios. Esta semejanza es debida al hecho de que tanto unas como otras son discursos asertivos cuyo objetivo es atraer el interés del receptor. La elaboración estética de ambos tipos de actos de lenguaje no es la misma porque la narración escrita es susceptible de elaboraciones verbales más complejas que las del relato espontáneo.

Los cambios que supone la aplicación a la literatura de la teoría de los actos de lenguaje pueden resumirse en tres:

-La consideración de la literatura como un contexto lingüístico implica tener en cuenta para la comunicación factores como los sobreentendidos, las convenciones, pactos y conocimientos culturales.

-La definición de la “literariedad”  no ya como un conjunto de peculiaridades formales, sino como una disposición especial de emisor y receptor, que es específica de la situación lingüística literaria.

-La posibilidad de integrar el discurso literario en el mismo modelo básico del lenguaje que el resto de actividades de comunicación.

M.L.Pratt, que habla de la “falacia de la literariedad”,  busca una formulación que describa la situación lingüística literaria. Considera importante la no participación del receptor, pero señala que esta característica se produce también en otras situaciones comunicativas (narraciones orales, conferencias, discursos…) En el caso de la literatura, la “petición de palabra” del emisor es una función desempeñada por los títulos, los resúmenes, las cartas al lector y todo aquel elemento lingüístico que suponga una captación de la atención del lector.

Otro de los rasgos de la situación lingüística literaria es que el producto, la obra literaria, tiene carácter definitivo desde el momento en que está publicada. Aquí intervienen factores sociales que determinan que se realice dicha publicación: críticos y editores se convierten en mediadores entre el escritor y sus lectores, pero no es algo exclusivo de la literatura, sino de todo tipo de publicación. Son procedimientos convencionales que, en el caso de la literatura, implican cierta despreocupación sobre la buscada literariedad: en último término son los editores (es decir, las personas) quienes determinan que un texto se convierta en obra literaria publicada o no. Este enfoque de M.L. Pratt deja fuera de la literatura toda aquella obra que no haya sido acompañada del éxito que supone su publicación.

Lo que es evidente para M.L.Pratt es que, si se considera el texto literario desde el ángulo de las máximas conversacionales y el Principio de Cooperación de H.P.Grice (1975), sus máximas fundamentales son la de la pertinencia (cuente lo que es relevante) y la de la cualidad (no diga lo que sabe que es falso); el no respeto de estas máximas será interpretado por el lector como relevante.  M.L.Pratt señala la existencia de un “propósito de intercambio” instalado entre el escritor y el lector; el escritor se obliga a hacer viable el acto de lectura y el lector, a cambio de su no participación y de su tiempo, se guarda el derecho de juzgar el texto (pág. 109–ss.)

Pratt concibe la literatura como un tipo de preferencia, un texto que invita al destinatario a contemplar y evaluar un estado de cosas que es narrable, textos que acontecen en un contexto y que no pueden describirse fuera de ese contexto (pág. 115).

Este enfoque de M. L. Pratt es compartido por otros teóricos: Todorov, en su tipología de los discursos relaciona los géneros literarios con los respectivos actos de lenguaje

3. VALORACIONES DE LA TEORÍA LITERARIA FUNDADA EN LOS ACTOS DEL LENGUAJE

Como cualquier otra teoría,  la aplicación de la teoría de los actos del lenguaje a la literatura ha contado con oposiciones destacadas.

3.a. Ch. Norris (1982) critica desde la perspectiva deconstructiva a Austin por su creencia en la prioridad del habla sobre la escritura, aunque es cierto que Austin apenas habla de literatura.

3.b. También se ha cuestionado la caracterización mimética de la literatura que plantean Searle (con su concepto de hablar fingido o ficcional) y Ohmann, puesto que un lector puede llegar a adentrarse en el texto hasta olvidarse del mundo real.

Aceptar la literariedad como una simple connotación sociocultural, algo derivado de que un grupo de lectores considere que un texto es o no literatura, sería una relativización y la reducción de la literatura a un problema cultural: la historia literaria estaría fundamentada en una estética de la recepción.

3.c. M.L. Pratt (“Ideology and speech-act today”, en Poetics Today, 7/1) modifica su postura inicial al ver en la teoría de los actos del lenguaje aplicada a la literatura una visión de la misma como algo autónomo, en la que se propone una visión de la literatura como una comunicación privada entre un texto y un lector individual, cuando en realidad habría que hablar de clases de lectores y de lecturas.

M.L. Pratt critica el uso instrumental de la teoría de los actos del lenguaje; en “Linguistic Utopias” de 1987 (en  Fabb, N et alii ed. The Linguistics of Writing; Arguments between language and literature, New York) rechaza las versiones más corrientes de la teoría de los actos del lenguaje por el hecho de que presuponen que los participantes están todos comprometidos en un mismo juego y que este juego es igual para todos los participantes. El sujeto que interviene en la comunicación literaria es un sujeto determinado por un contexto concreto, un sujeto socialmente constituido. La teoría del principio de cooperación griceano deja de lado las relaciones de poder, las afectivas y la cuestión de los objetivos de los individuos que participan en el acto comunicativo. La teoría de los actos de lenguaje propone una normalización que no es real, porque, sin llegar a negar el principio de cooperación, en la literatura se establecen (simultáneamente o no)  una serie de relaciones coercitivas, subversivas y conflictivas.

3.d. J. Domínguez Caparrós, en “Literatura y actos de lenguaje” (en MAYORAL, J. A. (ed.), 1986, Pragmática de la comunicación literaria; Arco, Madrid; pág. 85 y ss), revisa las distintas aplicaciones de la teoría de los actos de lenguaje a la literatura. Señala el problema de las relaciones entre teoría lingüística y teoría literaria, para cuya solución recurre al esquema que van Dijk aplica a las relaciones entre teoría generativa y teoría literaria. Las funciones de la gramática aplicativa, extensiva y analógica podrían explicarse como sigue:

-APLICACIÓN: si el lenguaje de la literatura imita actos de lenguaje cotidiano, es posible describir los actos de lenguaje imitados.

-EXTENSIÓN: puesto que el lenguaje literario no es distinto del lenguaje común y carece de una fuerza ilocucionaria propia, no hay extensión de la teoría.

-ANALOGÍA: si el lenguaje literario es un uso del lenguaje común y no una clase de lenguaje, hay analogía entre ambas teorías y se pueden aplicar los métodos de estudio del lenguaje común en el estudio del lenguaje literario.

 3.e. Luis Acosta Gómez (“Recepción y comunicación”, 1989, Discurso, 3/4) rechaza la equiparación entre discurso literario y acto de habla.

3.f. A. García Berrio (Teoría de la literatura, la construcción del significado poético, Cátedra, 1989) considera la literatura como un “acto de habla especial”. Insiste en la universalidad poética, la existencia de unas constantes estéticas fundamentadas en la experiencia comunicativa y que determinan el texto literario.

3.g. Stanley Fish (1980 Is There a Text in This Class? The Authority of Interpretive Communities. Cambridge, MA: Harvard UP,) defiende que la teoría de los actos de habla demuestra que todos los usos del lenguaje son performativos y, por tanto, institucionales. Este crítico americano se sirve de la teoría de los actos del lenguaje para fundamentar su idea del significado como dependiente de comunidades interpretativas. Para Fish el proceso de significación es algo móvil en continuo proceso, que se modifica de acuerdo a los cambios que experimentan los lectores: la lectura no es un estado sino una actividad en la que el lector “usa” y “es usado” por el texto. Fish habla de una especie de lector ideal, el lector informado, con competencia lingüística, conocimiento semántico y competencia literaria.